lunes, 20 de agosto de 2012

Sierra de Gredos - Pico Almanzor

Fin de semana muy completo.
Salimos de Alicante el viernes, 17 de agosto, a eso de las 23'00, José, Carlota, Pablo, Brutus, Yuma y yo.
En las primeras luces del día llegamos a Hoyos del Espino, provincia de Ávila, en plena Sierra de Gredos. Esperamos un rato a que alguno de los bares abriera para desayunar, compramos pan en el horno del pueblo y tomamos la carretera de acceso a la Plataforma, entrada al parque de la Sierra de Gredos.
Después de una noche en coche, nuestro destino era comenzar el sendero que conduce desde la Plataforma hasta el Pico Almanzor.

Ya en la entrada, dejando aparcado el coche, empezamos nuestro periplo.
Cargados de 'mochilones', el mío, en concreto, rondaba los 11 kilos, tomamos la vía empedrada que lleva hasta nuestro destino.
La caminata empieza con suaves subidas, aunque el hecho de pisar piedra en todo momento, la hace algo más dura de lo normal.
Pronto llegamos al llamado 'Circo de Gredos' y el sol ya estaba visible.
Las frescas temperaturas de la noche, en aquella zona, daban paso a un calor seco que hacía que sobrara ya la ropa de abrigo.

Bonito camino que te acerca hasta la Laguna Grande, teniendo a su alrededor las aristas graníticas de muchos de los picos que la rodean, entre ellas la que estábamos dispuestos a subir, el punto más alto del Sistema Central, El Almanzor (su nombre verdadero es Plaza del Moro Almanzor)
En el trayecto, salpicado de rocas y riachuelos, nos observaban muchos grupos de cabra montés, animal abundante y emblemático de esta Sierra.




Llegamos a la Laguna Grande. Hermosa, aunque, según comentaban, con menos agua de lo habitual.
En el Refugio de Elola, hacemos una parada para el descanso, el nuestro y el de los perros.
Allí, comento con una de las trabajadoras si hay posibilidad de dejar las mochilas con el fin de acceder al pico sin tanto peso. Me comenta que no hay problema alguno, que podemos dejarlas en unas taquillas que tienen para ello.

Así lo hacemos, llevando con nosotros una pequeña mochila con sólo lo imprescindible.
La verdad, es un gran alivio, ya que lo que nos espera a partir de allí es duro, muy duro.


Comenzamos la subida. Vaya pedazo de subida!!!
Desde el Refugio, tomamos el sendero que pasa por la Hoya de Antón, llena de pozas a las que van a parar pequeños regueros de agua. Brutus no se lo piensa dos veces y se baña en todas las que encuentra... jejeje

Después, seguimos por la llamada portilla Bermeja , una pedrera pero a lo bestia, compuesta por rocas de granito enormes que hay que sortear y dejarse las piernas y las manos en ellas. Interminable.


Pero cuando ya has llegado a medio terminarla, hacia la derecha, empieza una nueva pedrera, la llamada la Portilla del Crampón. Si la anterior te había destrozado, ésta ya te remata. Es mucho más vertical y tiene momentos que rozan la escalada.

Aquí ya empiezo a dudar que los perros puedan subirla. Yuma sobre todo.
La pobre en una pequeña cuevecilla que hace la roca y en la que hay un pequeño charco de agua alimentado por un chorrillo, se planta a beber y, cuando acaba, se mete dentro y se acopla a él para refrescarse, a modo de bañera.
Es que había manera de convercerla para que saliera y continuara? Ja, ja, ja... Ninguna.
Poco a poco y con muy dulces palabras, logro hacerla salir y seguir el camino.
Al final de la puñetera pedrera, nos espera un pequeño collado en el que Carlota, Brutus y Yuma se quedan esperando. Mientras, José y Pablo, que iban más adelantados, toman el acceso a la cumbre.
Yo, que llego poco después, me lo pienso tres veces; estoy realmente agotado.
Finalmente, ya que había llegado hasta allí, intento alcanzar el pico.
Es muy, muy complicado... Realmente hay que hacer un gran esfuerzo, agarrarse como buenamente se pueda a las enormes rocas para tocar la cumbre.
Me quedo a escasos metros, tan sólo puedo hacer una foto del vértice.


Y... ahora, que ya cada uno ha llegado hasta donde buenamente le han dejado sus fuerzas...
Empieza , para mi, lo peor de este calvario; la bajada.
Poco a poco, y ante la atenta mirada de las cabras, comenzamos el descenso, casi tanto o más peligroso que la subida.
Pasito a pasito vamos deshaciendo el camino de esta ruta que es muy, en honor a estos animales, cabrona de cojones.

Llegamos al Refugio destrozados.
Nos esperan unos minutos de relax, cervezas a porrillo y ansiados cigarrillos.
En ese momento llega el helicóptero para evacuar a un senderista que, casualmente nos habíamos cruzado en el ascenso, y que tropezó en una roca y rodó pedrera abajo rompiéndose un brazo.

Ya está la tarde termiando, el sol empieza a ocultarse y nosotros elegimos un rincón fuera del Refugio (no podíamos entrar en él con los perros) donde improvisamos un techado con plásticos y colocamos nuestros sacos para pasar al raso la noche.

Empieza a levantarse viento y esperamos una noche algo movidita.
Finalmente, pese a lo incómodo del viento, dormimos como buenamente pudimos todos.
Yuma y yo dormimos como ceporros en el mismo saco... jejeje

Ya en la mañana del domingo, serían las 6'30, recogimos todo lo que habíamos montado, desayunamos unos batidos de chocolate y unas galletas y nos disponemos a seguir nuestro camino; esta vez desde la Laguna Grande hasta la Plataforma.


Con tranquilidad, no hay una prisa excesiva.
Queremos llegar al coche, comer relajados en algún restaurante y volver a Alicante cómodamente.

Llegamos a la entrada del parque y en un pequeño bar nos tomamos un aperitivo.
Preguntamos dónde se puede comer un buen chuletón por la zona.
El señor del chiringuito nos habla de un lugar donde la carne es muy buena, nos es nada caro y no está demasiado lejos.

Allí que nos vamos, una vez que hemos llegado al coche y nos hemos aseado un poco y cambiado de ropa.

El lugar está bastante cerca, siguiendo el río Barderillo, en la Garganta de las Paredes, hay un mesón, merendero, al borde de unas enormes pozas, cruzadas por un puente romano precioso.

Nuestra meta, meternos en el cuerpo unos buenos chuletones (de Ávila, claro)


Genial, un sitio estupendo, precioso, con una comida excelente y barata.

Después ya sólo nos quedaba volver al coche y regresar a casa.
Seis horas más tarde estábamos en Alicante, entumecidos, llenos de agujetas y cansados pero... muy contentos de haber hecho esta super ruta, que aunque bastante cabrona,  es muy, pero muy, hermosa.

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Valoración: 5*****
Recomendable: Sin palabras, Por supuesto.